¡Buenas noches a todos! Y un saludo muy especial a los que se encuentran en esta fuente con ganas de comenzar las fiestas. En primer lugar, quiero expresar mi agradecimiento a la Corporación Municipal de la que formo parte, por haber pensado en mí, y otorgarme el honor de ser la pregonera de las Fiestas de San Roque de este año, honor que llevare siempre conmigo.
Queridos niños y jóvenes:
Es precisamente a vosotros, a quienes voy a dirigir este pregón, para hablaros de lo que ha sido la vida en este mi pueblo tan querido para mí, así como para pediros que no olvidéis su pasado, cuidéis el presente ya que vosotros seréis los protagonistas de su futuro, sintiéndoos orgullosos de pertenecer a esta gran familia, llevando con honor el sentirse del pueblo de Olmedilla de Alarcón.
Creo que todos me conocéis, yo, como muchos de vuestros padres, soy una Olmedillana más, nací aquí, soy hija de Antonio el hijo de Perico y la Paz; Remolin, mote que su propio padre le puso. ¿Por qué seria? E Isabelina ambos con un corazón enorme.
Mi infancia la viví, junto a mi hermano Toni, como cualquier niña, en compañía de vuestros padres, tíos, estudiando en la escuela donde llevábamos un palo-pinocho para poder calentarnos, ayudando en casa cuando era necesario, y jugando en los ratos libres, en la plaza bajo ese inmenso olmo, donde ahora está la fuente, en el parque de las escuelas y en el paseo; al churro media manga mangote-ro, a las canicas, al escondite; también jugábamos en la era, allí siempre al futbol.
En nuestra iglesia San Pedro y San Pablo, del siglo XVI, me bautizaron, tomé mi primera comunión junto con varios de vuestros padres, me casé con Juanma el hijo de Matilde y Antonio, para muchos “los madrileños”, bauticé y comulgó por primer vez Lidia Isabel, mi hija, ambos mi orgullo, todos esos actos oficiados por Don Ángel, Don Florencio y Don Antonio Chicotecomo párrocos y amigosde todos.
Aprovecho esta noche para rendir un sentido homenaje a Don Antonio quiennos ha dejado recientemente.
En sus muretes, inexistentes en la actualidad, y sus escalones donde me encantaba sentarme con Pedrito, Carlos, Rufino, Viky y muchos más, a comer pipas, hablar y a jugar.
Cuando llegaban ciertos eventos quienes se hacían cargo de limpiar la iglesia, de recoger esas cascaras de pipas que dejábamos tras largas tertulias, eran vuestras abuelas Tere, Emi, Dolores, Josefa, Alejandra, Juliana, Feli, Marcelina entre otras así… Y cuando se iba la luz, había que reparar algo, ahí estaba Ricarderas, dispuesto para todo, persona muy querida por nuestro pueblo.
Como bien sabéis muchos de vosotros pertenezco a una familia con orígenes de Gascas.
Permitidme, pues, que en esta faceta de pregonera por un día, me tome la libertad esta noche de rendir tributo de manera generalizada a esos descendientes presentes/ausentes, pues como vemos; ya no se puede hablar de la existencia de Olmedilla sin hacerlo a su vez de la del pueblo de Gascas, anegado por las aguas del Júcar, cada primer sábado de agosto podemos ver sus restos como cicatrices, heridas profundas- que nos son mostradas cada año, gracias a; Julio Gascón, Javier Jesús, Gerardo y más vecinos que hicieron realidad poder realizar tal evento.
Ahora mismo, supone que más de la mitad de los vecinos de Olmedilla sean descendientes de Gascas. Precisamente mis abuelos Pedro y Paz, junto con sus hermanos Juan, Elías, Gregoria, Adoración. Vuestros bisabuelos y más convecinos de Gascas fueron los repobladores de Olmedilla unos supervivientes de la Gascueña francesa, allá por el siglo XI.
Mi abuelo me contaba cuando las aguas les arrebataron sus aspiraciones e ilusiones, la fama que tenían por sus huertas, su agricultura y cómo llegaron a Olmedilla, donde tuvieron que empezar de nuevo.
Y sus huertos volvieron a florecer, no sé si con mayor o menor resplandor que en Gascas, pero de lo que si me acuerdo es de esas veces que tenía regar, y esperar que las aguas llegasen por el reguero del puente o me diesen la vez, mientras esperaba junto con Mariángeles aprovechábamos e íbamos a comernos una de esas peras tan jugosas que tenía la Tía Adoración junto al arroyo, preguntad a vuestros abuelospor esos huertos.
Tras la gran plantación de viñas, levantaron la cooperativa con la ayuda de Marín, durante los meses de septiembre/octubre, el pueblo se llenaba de
gente, para la recolección de la uva, todos pendientes del tiempo, que no lloviese, y de que cuando llegasen a la báscula, Santiago y Jesús Javier nos diesen el mayor grado. Pasados unos meses, el vino estaba en su punto, la cooperativa se volvía a ver con movimiento, e iban a sacar garrafas de vino. Ahora está cerrada, abandonada….
Recuerdo con agrado a mi abuela Paz refrescándose y al mismo tiempo enseñándome donde estaban las fuentes de aguas cristalinas: la fuente de la Teja, el encaño de Don Juan, El Presón, la Huerta Nueva, Hontanar, laCueva de Salitre, el Puente de la Cañada, las Cuevas de la Serreta de tantas y tantas cosas… Y sobre todo el fluir del agua del caño de su huerta donde pasaba su tiempo bajo su inmensa noguera, sitio de tantas comidas familiares. Invitad a vuestros abuelos a que os enseñen esos lugares.
Recuerdo con cariño ese paseo lleno de inmensos olmos, orgullo de nuestro pueblo y origen de nuestro nombre Olmedilla, esos olmos que fueron testigos de las quedadas en sus bancos de hierro con los amigos, sin farolas que rompiesen la intimidad de la noche, de los eventos más señalados, como la comida de los toros donde acabábamos Tiznados y remojados en el pilón y con un poco de suerte nos llevaban al pantano en un remolque a quitarnos el tizné.
Por cierto, una enfermedad nos arrebató los olmos, los que aún retengo en mi memoria, y como diría Machado: “con la graciade su rama
verdecida”, y el nuevo y fabuloso alumbrado las quedadas en la intimidad. Pero lo que no nos ha sido arrebatado es a esos grandes cocineros que desde que tengo uso de razón nos dan todo hecho, vuestros abuelos, como Domingo, Manuel, Pablo, Flores, Miguel Ángel y muchos más, y no me quiero olvidar de mi tío Perico, especialista en calderetas picantes.
En esta fuente donde estamos ahora, no existía el centro social, el chiringuito tan estupendo, ese magnifico parque, sino un pilón lleno de renacuajos, y una pequeña caseta de helados, ese era nuestro chiringuito, pequeño, aunque tenía de todo, casi siempre lo llevaban dos familias del pueblo, unos años Dolores y Vicente – por cierto, ahí deguste mis primeros caracoles, ¡que ricos!, otros los hijos de Pedro y Faustina, algunos vecinos después de comer bajaban a echar la partida a las cartas, aquí mismo bajo este castaño donde nos encontramos ahora.
Otro recuerdo precioso fue cuando me eligieron dama de las fiestas, hace 29 años, Junto con Aurelia y mi prima Josefina, nuestro trofeo fue una copa, la cual llenamos de ilusión y alegría, no teníamos acompañante como vosotras Tamara, Ainara y Lucia tenéis hoy, pero teníamos a todos nuestros amigos deseando compartir esa copa, nos dieron unos ramos de flores y al día siguiente transcurrida la procesión junto con Don Antonio se los llevamos a Paquito a quien le hizo mucha ilusión.
Añoro cuando mi padre bajaba los palos de “las casetas” para formar la plaza, eran vuestros padres, abuelos, tíos, los que ataban sus palos, extendían la arena, bajaban sus remolques, adornaban con banderas, a Javi colocando las luces, a Jesús, José Juan y muchos más con los toriles.
Una vez hecha, alguien gritaba ¡vienen los toros! Ese era el momento en el que llegaba la alegría de las fiestas. No teníamos peñas, que con sus colores llenasen nuestra plaza, no teníamos charanga que pusiera música a nuestros oídos, todos unidos éramos una sola peña, nuestros gritos, aplausos, ¡cuidado que te pilla el toro! era nuestra charanga, esas zurras que saciaban nuestra sed que hacían los mayores, que con un poco de suerte probábamos y que se hacían en el Casino, tengo muchos recuerdos pero sobre todo el de aquel año que tuve un buen tiento, que no me paso nada gracias a Ángel el chispa, o cuando Juli se tiraba a coger de los cuernos a los toros rebeldes que no querían entrar a los toriles, junto con Toni, Valeriano y muchos más.
A veces sueño viendo a mi madre, junta con vuestras abuelas, lavando la ropa en el reguero del puente y las del barrio de arriba al presón, cargadas con las losas de madera, las ropas, y ese jabón casero que hacían de aceite y sosa. Mientras lavaban se contaban sus vivencias. Pero de repente despierto… Y me viene a la mente esa lavadora tan estupenda y me hace valorarlos sacrificios que hacían por nosotros.
Lo más grato para mí era sin duda cuando en los recreos del colegio organizábamos excursiones, a veces no exentas de riesgo, como cuando acabábamos en las Cuevas del Salitre, sobre todo el jueves lardero con nuestra taleguilla con un bocadillo de chorizo y tortilla, pero siempre unidos y protegidos por los mayores; Montse, Tere, Rosa, Santi…, dos años de diferencia influían mucho, cuya primera parada era el bar Pilar, donde iniciábamos la aventura.
Una de estas aventuras, surgió tras la reseña histórica relatada por Doña María Luisa, de la caída de un meteorito que procedía del cinturón de asteroides de Saturno en nuestro pueblo el 26 febrero del 1929. Nos contó como cayeron en el Telégrafo, al menos ocho trozos de meteoritos y que algunos de ellos estuvieron a punto de impactar contra los vecinos que labraban sus campos. Por suerte conservamos el mayor de los recogidos de 40Kg. Dividido en dos fragmentos de 32 kilos y 8 Kilos, gracias al profesor Juan Giménez de Aguilar quien lo entregó al Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid. Y la noticia se hizo eco a nivel internacional.
Por tanto, salíamos pensando nuestra próxima aventura, a encontrar más restos del meteorito, no encontramos nada, alguna bronca por llegar tarde, pero nos daba igual.
Eso sí, al llegar bronca y a dormir. Por cierto, cuando dormía soñaba
¡cuando sea mayor!, ahora que lo soy sueño…. ¡si fuese pequeña! Ah, pero hay varios sueños que hoy me gustaría contaros;
Sueño que el próximo año estemos todos aquí de nuevo y aquellos que hoy no nos han podido acompañar.
Sueño con que nuestro pueblo tenga una gran cantidad de puestos de trabajo.
Sueño con ver nuestras calles llenas de gente durante todo el año y ninguna casa vacía, sobre todo en invierno.
Sueño que os comáis los ricos guisos que os van a preparar vuestras abuelas.
Sueño con que las disputas entre los vecinos de Olmedilla sean únicamente en las partidas de cartas en esos bares y centro social.
Sueño con unas escuelas llenas de niños y niñas.
Y por último un sueño que será muy fácil ver cumplido, no solo por los niños, jóvenes, sino portodos.
Que disfrutéis estos días de fiestas, que hoy comenzamos, que sean días de felicidad y convivencia, viviéndolos con intensidad, pasión, alegría y respeto.
Muchas gracias y gritad conmigo.
¡VIVA SAN ROQUE!
¡VIVA OLMEDILLA!